Julián Galán: La hora de las políticas fiscales y monetarias expansivas en Europa

Julián Galán Fernández juliangalan.esEuropa lleva un largo período sumida en la profunda ideología del austríaco Friedrich Hayek, por imposición del Gobierno alemán y del Bundesbank, instituciones que representan la ortodoxia estricta de las políticas de oferta (recortes, reformas estructurales, rigor en el déficit). Del eje franco-alemán, que fue locomotora política y económica de la integración europea se ha pasado al potente y miope eje Berlín-Frankfurt (Merkel-Bundesbank), que impone inmisericorde el ritmo de, lo que cree ser, la recuperación de la Zona Euro.

Los objetivos de estas ácronas e intemporales políticas constituye una ambición a la baja: sortear la temida tercera recesión o, en el mejor de los casos, permanebcecer en un estancamiento secular a la japonesa, pues los resultados de las mismas (crecimiento raquítico y proximidad a la deflación) en la Zona Euro en general y en Alemania en particular no muestran más que un conformismo conservador e inmovilista.

Muchas son las voces ya que intentan hacerse oír en los principales foros de decisiones al grito conocido de «¡Es la economía, imbécil!», intentando hacer despegar el famoso helicóptero pilotado por Keynes arrojando billetes. Entre los economistas se acude a la metáfora del «helicóptero arrojando billetes» para hacer alusión a la estimulación de la demanda global con políticas fiscales y monetarias expansivas (aumento de la inversión, estímulo del consumo, flexibilidad en el rigor del déficit, etc.).

Pero el mantra de rigor y ortodoxia parece ser impermeable a esta lluvia de recetas keynesiano-krugmanianas que nos mantiene, aún con la constatación de los persistentes datos de crecimiento inferior al 1 por ciento y la inflación coqueteando con el cero por ciento, en la idea de que este es el escenario al que mejor podemos aspirar.

Esto lo demuestran las medidas adoptadas por la nueva Comisión Juncker, que hacen mantener a la Unión Europea en la metodología de toma de decisiones que la caracteriza: «demasiado tarde, demasiado poco», de anunciar un espejismo de Plan de Inversión de 315.000 millones de euros, apoyado en la fe del milagro de la multiplicación del pan y los peces, al detallar que en inversión pública real sólo habrá 21.000 millones, es decir, de dinero fresco (16.000 millones de la Comisión y 5.000 millones del Banco Europeo de Inversiones) y que el resto se obtendrá de la colaboración público-privada (siempre y cuando el sector privado considere que de esas inversiones se podrá obtener la suficiente rentabilidad), lo que supone un apalancamiento financiero de 1/15 (por cada euro público, 15 deben ser aportados por el sector privado), dejando este «Plan Juncker» más en el ámbito del dogmatismo de fe que en el ámbito del voluntarismo político real.

Europa necesita con urgencia un viraje decidido y sin complejos hacia posiciones sólidas en la implementación de medidas para superar la situación: es consciente de que es la hora de la inversión para estimular el crecimiento, pero anuncia un plan de inversión descafeinado dejándolo en manos del sector privado (demasiado tarde, demasiado poco); es consciente de la necesidad de una política monetaria expansiva, pero no se termina el BCE de decidir por la compra de deuda masiva (demasiado tarde, demasiado poco); empieza a darse cuenta de los escasos resultados de la ortodoxia en las políticas de oferta, pero no termina de aplicar verdaderas políticas de demanda, y como siempre acaba ocurriendo, tendremos que decir otra vez: demasiado tarde, demasiado poco.

Julián Galán

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